Prensa Julia Garcia - commoestudio

La evolución tecnológica en los últimos 50 años ha sido vertiginosa, y no me refiero sólo a los  grandes hitos como la carrera aeroespacial con la llegada a la luna incluida o los grandes avances científico-médicos. Me refiero a la tecnología aplicada al día a día, a los hogares; la tecnología accesible a todos y que hace que la calidad de vida de las personas mejore como nunca antes lo había hecho.

Pertenezco a esa generación nacida a mediados de los 70 que vivimos con entusiasmo la llegada a España de la televisión con mando a distancia, el microondas, los primeros videojuegos, el aire acondicionado o los ordenadores personales. Eran nuevas experiencias, algunas solo permitidas a unos pocos privilegiados, que facilitaban las rutinas diarias  y colmaban de ilusión a toda la familia. Pequeños detalles que no nos hacían ni sospechar lo que se nos avecinaba.

Pero con la llegada del nuevo siglo, nuestra mente ha cambiado, nos hemos acostumbrado de tal manera a la mecanización, a la tecnología y los sistemas digitales, que ya no nos sorprendemos al verlos en todos los ámbitos. Las nuevas generaciones ya no ‘alucinan’ con la noticia de un nuevo gadget tecnológico, sino que lo esperan impacientemente, lo examinan y lo critican sin miramientos a través de Internet.

Y esto es lo que ha hecho que el mundo cambie radicalmente: Internet.  Pues aunque aproximadamente solo un 40% de la población mundial tiene acceso a Internet, para todo el mundo, para los que tienen ese acceso individual y para casi todos los que no, éste prodigio de la tecnología se ha convertido en un sistema imprescindible, presente en todas partes, a todas horas y de las maneras más diversas que se pueden imaginar.

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Tal y como ya predijo Hans Vestberg, CEO de Ericsson, “si una persona se conecta a la red, le cambia la vida. Pero si todas las cosas y objetos se conectan, es el mundo el que cambia”.

Y eso está ocurriendo. Pulseras deportivas que registran tus estadísticas en la nube, cámaras digitales con wifi propia, monederos electrónicos, gafas que muestran la realidad aumentada, sistemas domóticos en las viviendas… Esto es una realidad hoy y  alberga muchas más promesas para el futuro. Un futuro tan cercano que ya casi es presente. Es el “Internet de las Cosas” (del inglés Internet of things, también llamado IoT).

“Internet de las Cosas” es un concepto que se refiere a la posibilidad de que cualquier objeto cotidiano esté conectado a Internet. Y no sólo hablamos de smartphones, ordenadores, relojes o tabletas, sino de un sinfín de cosas, domésticas o no,  que pueden ser controladas y analizadas desde la RED, aportando datos de interés sobre el propio objeto, su entorno o su usuario.

Cuando caminamos por la ciudad, sabemos, sin que nos importe, que estamos rodeados por cientos de objetos que se conectan a Internet.  Los semáforos, la iluminación de las calles, los radares,  el transporte público, se enlazan entre sí acatando  órdenes que reciben de administradores remotos.

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Pues, del mismo modo en el que ya estamos acostumbrados y no pensamos en la conexión de la ciudad con Internet, pronto ocurrirá dentro de nuestros hogares. Un ejemplo reciente de la implantación del “Internet de las cosas” es el collar para mascotas que nos permite conocer, por geolocalización, la posición del animal en cada momento. Aún no, pero podría, además,  verificar sus constantes vitales, avisar de la necesidad de visitar al veterinario o alertar de un posible sobrepeso. Un frigorífico, así mismo, podría  automáticamente preparar la lista de la compra, realizar el pedido online al supermercado, avisarnos de qué alimentos ya están caducados y sugerirnos recetas para la cena.

Y estas aplicaciones del loT son solo la punta de lanza de lo que se avecina. Un mañana, gobernado por Internet, habrá cambiado nuestro mundo. Casi inadvertidamente,  se habrán producido revolucionarias modificaciones que afectarán a la forma en que entendemos la comunicación o  al funcionamiento de nuestras ciudades. Y el IoT será una tecnología de uso general, implantada tan firmemente cono lo está ahora la electricidad.

Que proporciona un  aumento de la calidad de vida de las personas es innegable, pero también plantea un necesario debate para nuestro futuro: ¿qué procedimientos de seguridad deben implantarse para preservar la privacidad y libertad de los ciudadanos? O, ¿en qué forma, esa tupida red de aparatos interconectados, puede afectar al mercado laboral y nuestra forma de ganarnos la vida?.

Artículo original publicado en VLCNoticias: La vida y el ‘Internet de las Cosas’

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